Era obvio que iba a acabar follándome a la rubia tetona

Cada vez que le hacía una insinuación ó le decía algo a la rubia tetuda, la tía me sonreía y se ponía cachonda. Era evidente que yo le gustaba, y ese día mientras estábamos bajando juntos en el ascensor, le pregunté si se atrevía a venir a mi casa para charlar y tomar un café. Cuando aceptó a la primera, me dí cuenta de que la rubia tenía tantas ganas de follar como yo, y nos pusimos a hacerlo apenas cruzamos la puerta de mi apartamento.