La salida madrastra filipina tenía muchas ganas de probar el pene del chico, pero nunca encontraba el momento propicio para lanzarse. Y tenía miedo de que el chico se lo contara a su padre, aunque ya sospechaba que el pajillero del hijastro andaba espiando tras la puerta cuando se duchaba. Así que una tarde que el marido dormía la siesta ella se sentó en el sofá junto al muchacho y metió su mano bajo la mantita de cuadros con la que se tapaba. El chico no dijo nada, su pene si, empezó a crecer en la mano de la madura hasta que la lleno de semen.